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Para mi era mortificante escuchar ladrar el mismo perro todos los santos días. Me sorprendía, además, que ninguno de los vecinos reaccion...

Mi fiel perro maestro

Para mi era mortificante escuchar ladrar el mismo perro todos los santos días. Me sorprendía, además, que ninguno de los vecinos reaccionara tal como si esos ladridos solamente me molestaran a mí impidiendo que pudiera concentrarme en mis tareas. La dueña, pude saber, atendía el comercio de la esquina donde el perro siempre estaba corriendo a los autos. Una mañana fui y discutí con ella; el perro, además, había roto varias bolsas de basura. Pero no hubo caso y cada vez que pasaba por la esquina miraba al perro con ganas de comérmelo mientras él seguía en la suya, corriendo los autos y ladrando. Y así día tras día. Pensé en hacer un reclamo en la municipalidad, pero después me deje ¿es necesario llegar a esto?. Entonces tuve un momento de lucidez y me pregunté ¿que estaba representando ese perro en mi vida?. Me di cuenta de que, del mismo modo, había en mi mente ciertos pensamientos tan mortificantes como los ladridos de ese perro. A la luz, de ese nuevo entendimiento, el perro sólo estaba reflejándome una situación mental. Tan pronto me di cuenta de esto, ¡oh, milagro!, el perro dejó de ladrar o mejor dicho: dejó de llamar mi atención. Ahora había volcado la atención sobre mi mundo interno para ver por qué estaban presentes estos pensamientos irritantes: "¡Qué están haciendo!", "¡no vas a poder, dejá de perder tiempo!". La vieja mentalidad se resistía a una nueva instancia en mi vida y ladraba. El perro seguía en la esquina pero ya no me molestaba o yo no le prestaba atención. Y ya cuando toda esta situación había pasado, sucedió algo hermoso. Una tarde crucé al kiosco a comprar un chocolate y lo encontré sentado. Nunca me había detenido a verlo de cerca. Me miró indefenso y me dio tristeza saber que le faltaba un ojo. Se acercó a mi pierna y lo acaricié. Quise pedirle perdón por haberlo odiado más de una vez. A veces, cuando salgo de mi casa lo busco con la mirada para ver si anda por ahí. Para mí he dejado de ser un perro cualquiera. Es un perro al que le estoy sumamente agradecido. Un nuevo maestro que encontré en la esquina de mi casa.

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